lunes, 19 de diciembre de 2011

Certificado de existencia

Dijo el fulano presuntuoso: hoy en el consulado obtuve el habitual certificado de existencia, consta aquí que estoy vivo, de manera que basta de calumnias este papel soberbio, irrefutable atestigua que existo. Si me enfrento al espejo y mi rostro no está aguantaré sereno, despejado.
¿No llevo acaso en la cartera mi recién adquirido y flamante certificado de existencia?
Vivir después de todo no es tan fundamental, lo importante es que alguien debidamente autorizado certifique que uno probablemente existe.
Cuando abro el diario y leo mi propia necrología me apena que no sepan que estoy en condiciones de mostrar dondequiera y a quien sea un vigente y minucioso certificado de existencia.
Existo, luego pienso.
¿Cuántos zutanos andan por la calle creyendo que están vivos cuando en rigor carecen de genuino, irreemplazable soberano certificado de existencia?
Mario Benedetti 

La elegancia del erizo.

Ésa es la esencia del paradigma: concéntrate en el objeto, apórtale elementos nutritivos que van de fuera hacia dentro y, progresando en el interior, lo hacen crecer y le sientan bien. Un toque de pulverizador sobre las hojas y ya está la planta armada para afrontar la existencia.  Se  la mira con una mezcla de inquietud y de esperanza, se es consciente de la fragilidad de la vida, se preocupa uno de los accidentes que pueden ocurrir pero, al mismo tiempo, se tiene la satisfacción de haber hecho lo que había que hacer, de haber desempeñado una función alimentaria: uno se siente reconfortado, seguro durante un tiempo. Así es como ve la vida: como una serie de actos que conjuran el peligro, tan ineficaces como un toque de pulverizador, y dan una breve ilusión de seguridad. Cuánto mejor sería si compartiéramos unos con otros nuestra inseguridad, si todos juntos nos adentráramos en nosotros mismos para decirnos que las judías verdes y  la vitamina C,  si  bien alimentan al  animal  que somos,  no salvan la vida ni sustentan el alma.
Muriel Barber

martes, 13 de diciembre de 2011

Monólogo del Mal.

Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a  punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó: “Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la gente pensará que él si hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace el Bien está bien.”
Y así el Bien se salvó una vez más.

Augusto Monterroso

jueves, 1 de diciembre de 2011

Woodrow Wilson

Crecemos en la grandeza a través de los sueños. Todos los grandes hombres son soñadores. Ven cosas en la suave neblina de un día de primavera o en el rojo fuego de una tarde de inverno. Algunos de nosotros dejamos que estos grandes sueños mueran, pero otros los alimentan y protegen ; los cuidan a través de malos días hasta que los trae el calor del sol y la luz que siempre viene a aquellos que sinceramente esperan que sus sueños se harán realidad.