lunes, 19 de diciembre de 2011

La elegancia del erizo.

Ésa es la esencia del paradigma: concéntrate en el objeto, apórtale elementos nutritivos que van de fuera hacia dentro y, progresando en el interior, lo hacen crecer y le sientan bien. Un toque de pulverizador sobre las hojas y ya está la planta armada para afrontar la existencia.  Se  la mira con una mezcla de inquietud y de esperanza, se es consciente de la fragilidad de la vida, se preocupa uno de los accidentes que pueden ocurrir pero, al mismo tiempo, se tiene la satisfacción de haber hecho lo que había que hacer, de haber desempeñado una función alimentaria: uno se siente reconfortado, seguro durante un tiempo. Así es como ve la vida: como una serie de actos que conjuran el peligro, tan ineficaces como un toque de pulverizador, y dan una breve ilusión de seguridad. Cuánto mejor sería si compartiéramos unos con otros nuestra inseguridad, si todos juntos nos adentráramos en nosotros mismos para decirnos que las judías verdes y  la vitamina C,  si  bien alimentan al  animal  que somos,  no salvan la vida ni sustentan el alma.
Muriel Barber

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